Todo empezó con
la lágrima que cayó sobre aquella hoja impoluta. Entonces se inició todo, pues
esta empezó a hincharse hasta que explotó tan asimétrica y formidablemente como
si de Supernova se tratase, esas que por grandes sólo brillan unos pocos millones
de años. Fue entonces cuando el tsunami de color inundó la sala y tiñó nuestras
visiones. Atónitos por lo ocurrido, cubiertos por una pátina, nuevos, recién
pintados. Ocurrió que nuestros brazos entendieron el mundo articulado más allá
de hombro, codo, mano y se movieron como serpientes que no necesitan de piernas
para desplazarse. Y como siempre, sonó la música y agitamos los brazos como si danzaramos hasta cerrar
los ojos.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
martes, 5 de agosto de 2014
Quiero pasar las tardes al sol en la plaza del pueblo
comiendo pipas. Sentarme en el bordillo con las piernas en
cuclillas para que no me caiga ningún cáscara al escupirla. Quiero quitarle el
plástico a cada mañana y sentir que siempre es la primera vez que mi cabeza se
sumerge en el agua salada. Enterrar de una vez a la eterna desconocida y hablar
de nosotros, joder, hablar de nosotros. No quiero que la música se acabe nunca.
Pensarme loca y descubrirme cada vez cuerda. Que la virtud no se encuentre en
el equilibrio ni en el término medio y así poder descuidar todas mis galaxias
salvo una. Que choquen planetas contra estrellas y llueva polvo cósmico durante
milenios. Encerrarme en una sala a tocar el piano aunque no lo haga bien hasta que me sangren las yemas de los dedos y se me congelen las pestañas. Quiero no cesar en el intento de
seguir fracasando. Y quitarle el puto valor al tiempo. Abrazarte de verdad. Que los órganos
reemplacen la piel, que el dentro sea fuera y no nos de asco ver nuestras vísceras. Usar la palabra quiero en vez de me
gustaría. Quisiera un beso antes de que se apague la luz y caiga inconsciente.
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