viernes, 21 de junio de 2013

Efecto defecto


Me gustaría decir que aún existe hueco para la poesía, o que ya no lo hay, pero no puedo.
Podría engañar al mundo y simplemente moverme un  paso a la izquierda para  dejar caer el torrente de agua sin que me salpique. Y no sentir como empuja mi nuca con fuerza y agacha mi cabeza para hacerme ver lo que hay abajo. Un paso y  tan sólo oír el sonido, frecuencias de ondas que no pesan porque no ocupan y que mis oídos interpretan a sus anchas.
Quisiera abandonarme al lirismo de las cosas que son bellas pese a lo terrible. Las que desean significar algo, las que quieren ser interpretadas para así hacernos creer  por un instante que hemos desvelado un misterio, que la ecuación ha sido resuelta y  que por fin la 'X' tiene valor.
Quisiera pertenecer a la especie del lomo rayado, pero voy al espejo, pues mis habilidades son tan limitadas que no tengo otra forma de verlo, giro aparatosamente el cuello, y lo veo liso. Mi lomo.
Quisiera saber pero no sé.
Podría rasgar mis manos contra la roca tratando de escalarla y dejar correr la sangre por mis antebrazos sólo por ver lo que hay arriba. O andar descalza sobre la arena ardiente del desierto cuando el sol está en lo más alto y así hacer un callo de mis plantas, y nunca más sentir las brasas ardientes cuando camine sobre ellas. Hundirme hasta el cuello en las turbias aguas y dejar que los insectos me devoren para poder luego untar pomada en mis ampollas enrojecidas.
Quisiera saber sólo para poder contarte, pero empiezo a pensar que la búsqueda del sentido es un defecto de raza, y que estamos todos tarados.