miércoles, 23 de enero de 2013

Sabana


Desarrollo, movimiento, cambio de forma, transformación.

¿Hemos evolucionado muy rápido? Quizá sólo hemos crecido más de los que podíamos procesar, pues en la definición de evolución está la palabra gradual. Pero una vez en tan elevada tesitura, nos hemos visto convertidos en funámbulos, sobre el alambre, con dudosa habilidad.

Quizá nosotros, la gente, la sociedad, hemos puesto el destino más allá de La Vía Láctea, con los ojos ciegos en convertir en piedra al polvo cósmico, a los puntos en politopos, siendo tan difícil definir un espacio natural subyacente, sin haber siquiera estudiado los máximos y mínimos de las funciones lineales restringidas por su límite.

O quizá todo sea más sencillo, y nos ha resultado más fácil asistir diariamente a la representación de una mentira, llegar pronto para sentarnos en primera fila o ponernos al final de la sala para comer palomitas a nuestras anchas, pero estar sentados.
Y probablemente la continua repetición de esa farsa nos lleva a convertirnos en una farsa también, en una burda mentira, en una carcasa andante, en la jaula donde reposa el felino con la excusa de no extinguirse, o de ser admirado por todo el mundo, encerrado, lejos de su Sabana. Quizá hayamos buscado tanto la sombra de la acacia que la hemos vaporizado con la mirada.

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