La
luz de las llamas calienta mi mirada reposada, ausente, fija. Un sonido se
acerca, puedo oírlo, reclama. Sin embargo yo, soy esclava del fuego. La onda me
alcanza, estalla en mis oídos y extingue las cadenas que me unen a mi dueño. Sigue
su camino, que ahora es el mío. Se adentra en el verde oscuro y yo me detengo,
con el temor que anuncia lo desconocido. Una sombra mira desde la penumbra la
luna que corona las copas de los árboles. Penetra en la frondosidad, sugerente.
Doy un primer paso, mis pies están desnudos, viven. Se mueven por el hechizo de
una música ecléctica. Corro; ninguna roca, ninguna rama consiguen arrancarme
más que un girón de mi rojo vestido o rasgar apenas mi piel, que llora carmín.
Yo también arrebato; hojas, flores y algunos frutos que envuelven mi pelo
hilado, mi rasgada vestimenta. El sonido se diluye, la luna brilla más fuerte, avanzo
hechizada con el temor de perder a mi guía. Una roca corona la perpendicular, la
sombra se detiene en el vértice y aúlla su anhelo. Yo me elevo, despego con
pies livianos del frío suelo que arde en mis extremidades. Mi vestido se alza
conmigo, ondulante. La luna lo corona todo, pasiva, como si no
ejerciera su influjo, como si no eclipsara pensamientos, actos. La armonía ya
invade el valle. Y yo me precipito, envuelta en rojo, en llamas, en pétalos...
Sí, últimamente todos mis relatos acaban con algo petando
ResponderEliminar"...esclava del fuego." / "...que llora carmín."/ "Una roca corona la perpendicular, la sombra se detiene en el vértice y aúlla su anhelo.". Sólo puedo pensar en Stravisnky. Tienes unas imágenes muy bellas aquí.
ResponderEliminarYa sabes, la música es incapaz de expresar nada por sí misma :)
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